Y me preguntaras: ¿Cómo es que lo hice?
Bueno, te voy a contar: ¡Toqué fondo! Como quien dice esa frase luego de haber pasado cosas fuertes y duras. Y no una, sino varias veces. Hasta que un día luego de ya haberme caído, levantado, caído, levantado… Simplemente me levanté y le di para adelante.
Cuando identificas tu propósito, cuando tenes una razón por la cual levantarte todos los días y hacer que las cosas buenas sucedan, todo es más fácil.
Durante mucho tiempo fui muy exigente conmigo misma, me critiqué, me juzgué, me comparé con todos y con todo lo que me rodeaba. Repetía frases como: “Soy un desastre”, “Yo así no puedo”, “Cuando va a ser el día que aprenda”, “Hago todo mal”, “Nada me sale bien”… pfff miles de frases muy poco enriquecedoras para mi cerebro.
Busqué ayuda en Dios, por sobre todo. En terapia, en el Coaching, pero también en personas a las cuales admiraba, ya sean de mi rubro o no.
Bueno, ustedes saben que amo bailar y recomendar productos para la piel, pero mi verdadero amor es el emprendimiento. Así que hablé con ellos. Los entrevisté, les pedí que me contaran su vida.
Y ¿saben qué? La clave de su “éxito” fue haberse caído tantas veces y haber comenzado de nuevo hasta que funcionó. Y mientras yo lloraba porque estaba sumergida en deudas, o porque no podía hacer que mi negocio creciera, ellxs me decían: Tranquila Maria, que después de hoy ya no vas a cometer los mismos errores, vas a cometer otros, cada vez menos, hasta que casi ya no tengas.
Eso me marcó bastante y fue ahí cuando empecé a hablarme de otra manera. Cuando comprendí que mis emociones en verdad son alertas de lo que me está pasando. Me amigué con ellas y dejé de hablarme para empezar a escucharme…
Y todo mejoró… ¡claro que aún falta! Tengo un mediano camino a lograr los objetivos propuestos, pero la verdad es que este es el comienzo de algo enorme para mí. Y lo que en poco tiempo me llevará a la vida que soñé siempre.
Ahora volviendo al tema central de este blog, te preguntarás cómo es que empecé a tener más confianza y seguridad en mí, ¿verdad? Bueno, hice el esfuerzo. ¡Si! ¡Tal cual lo lees! Hice el esfuerzo de cambiar mi modelo mental, de romper creencias limitantes y paradigmas. ¿Cómo? Capacitándome, pidiendo ayuda. ¡Absorbiendo todo lo que escuchaba de mi terapeuta, de mi coach y por supuesto y ante todo de DIOS, que, aunque no lo crean lo empecé a comprender de grande! Tantos años siguiéndolo y nunca comprendiéndolo.
Cambié mis palabras hacia mí, cambié la observación, entendí y aprendí sobre la empatía (no es igual a la simpatía). Aprendí a estar en calma, aprendí sobre ser coherente y congruente. Aprendí. Eso marcó la diferencia. Me dejé enseñar y aprendí.
Acepté mis errores, los junté todos, los guardé en mi memoria y dije: Ahora para adelante, lo que pasó no se puede cambiar, pero sí puedo utilizarlo a mi favor. Y me puse limites a mi… (porque en verdad los limites te los tenes que poner a vos misma, y en consecuencia se proyectan a los demás).
Si tuviera que darte una recomendación de acuerdo a mi experiencia, es que:
1) Identifiques si estas siendo demasiado exigente con vos misma
2) Que veas todo como oportunidad
3) Cambiá tus palabras hacia vos. Invertilas. En vez de decirte: “Soy un desastre” probá con “No me salió tan bien ahora, pero la próxima ya sé cómo hacerlo mejor”.
¡Deseo de corazón que siempre estemos pensando en que en la vida estamos de paso, nos guste o no, creamos en un Dios o no! Pero lo cierto es que empieza y termina, para algunos antes, para otros un poco después. Pero aun así estamos de paso. Y entonces pregúntate como si fueras de paseo: ¿A qué vine? ¿A pasarla mal o pasarla bien?
¡Que tengas una hermosa semana! ¡Seguime en mis redes! ¡Sé parte de mis mentorías! Trabajemos juntas en tu desarrollo personal y profesional y lideremos nuestra propia vida empoderadas a través de la danza.
Un Abrazo Virtual
Maru :)